martes, 1 de julio de 2025

¿Por qué seguir intentando motivar a las personas cuando no puedes?

Una forma más eficaz de motivar a las personas es crear una cultura que les brinde una sensación de elección, conexión y competencia, escribe Susan Fowler.

No puedes motivar a otra persona: la motivación es un trabajo interno” es un axioma ampliamente aceptado en el liderazgo. Entonces, ¿por qué los gerentes siguen intentando motivar a las personas desde afuera hacia adentro? ¿Por qué intentan manipular el comportamiento incentivando metas con recompensas tangibles e intangibles? ¿Por qué elogian, reparten premios simbólicos y otorgan medallas para fomentar un buen comportamiento, con la esperanza de perpetuarlo?

Y cuando a los líderes se les acaban las zanahorias (o las personas se cansan de ellas), ¿por qué recurren al palo? ¿Por qué aplican presión, infunden miedo y hacen amenazas (muchas veces sin darse cuenta de que eso es lo que están haciendo)?

Si puedes relacionarte con estas preguntas, no estás solo. Los líderes a menudo me confiesan en voz baja la verdad de su experiencia: saben que estas tácticas tradicionales no son efectivas para motivar a las personas.

Propongo dos respuestas a por qué podrías seguir dependiendo de las mismas tácticas, incluso cuando tu experiencia demuestra que se desmoronan a largo plazo e impiden la creatividad y el bienestar (entre otras cosas) a corto plazo.

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Respuesta #1: Estás desesperado

¿Alguna vez has calmado una rabieta pública de un niño cediendo a sus demandas, incluso si eso iba en contra de tus instintos parentales y valores de crianza? Por desesperación, racionalizaste que esa solución era necesaria para detener una escena embarazosa.

La presión por hacer que las personas rindan cuentas en el trabajo puede llevar a la misma mentalidad de desesperación. Ya sea por una limitación de tiempo, un sentido de urgencia o frustración ante el bajo desempeño de alguien, sigues el camino de menor resistencia, que en nuestra cultura laboral conduce a incentivos y recompensas (zanahorias) o presión y amenazas (palos). Todos estos métodos dan lugar a estilos de motivación externos e impuestos, formas comprobadas como inferiores de motivación.

A pesar de la abundante evidencia empírica y anecdótica de que las zanahorias y los palos generan energía de baja calidad e insostenible para actuar (motivación), recurres a tácticas tradicionales por desesperación. Esto nos lleva a la segunda razón por la que podrías seguir motivando externamente a las personas, aunque sepas que no funciona.

Respuesta #2: No conoces alternativas

Un gerente de ventas se me acercó incómodo durante un descanso, explicándome que no sabía que yo estaría en la reunión. Estaba a punto de anunciar incentivos a su equipo de ventas por vender un nuevo producto —y sabía lo que yo pensaba sobre los incentivos.

Intrigada, le pregunté por qué ofrecía recompensas a los vendedores por hacer su trabajo. ¿Se resistían a vender el producto? ¿Por qué? ¿Eran perezosos, o tenían prioridades en conflicto? ¿El producto tenía deficiencias? ¿Era mal momento para lanzarlo?

Tras una serie de respuestas negativas, el gerente exasperado exclamó finalmente: “¡Es simplemente lo que siempre hacemos!”. Era responsable de motivar a su equipo para vender el nuevo producto y no conocía otra manera de lograrlo. (Si tienes curiosidad, describo el resto de la historia en mi libro Domina tu motivación).

La buena noticia para ese gerente es que la ciencia de la motivación ofrece una alternativa a “motivar a las personas”. La clave está en crear un entorno laboral que satisfaga las necesidades psicológicas fundamentales de elección, conexión y competencia necesarias para una motivación óptima.

La mejor noticia aún es que puedes desarrollar las capacidades de liderazgo para fomentar la elección, profundizar la conexión y fortalecer la competencia.

Una mejor respuesta: Apreciar completamente tu capacidad para mejorar la calidad de la motivación de alguien

Las investigaciones son contundentes: no puedes motivar a las personas, pero tu liderazgo es fundamental para el tipo de motivación que experimentan. Si eres un líder que quiere evitar la desesperación de usar tácticas obsoletas para motivar, es hora de reconocer el papel que tu liderazgo juega en la formación de su perspectiva motivacional.

Cuando desarrollas la capacidad de fomentar la elección, profundizar la conexión y construir competencia, mejoras significativamente la probabilidad de que las personas alcancen sus metas por las razones correctas y experimenten bienestar en el proceso.

Tal vez sea hora de dejar de intentar motivar a las personas. Intenta enfocar tu liderazgo en crear condiciones que propicien una motivación óptima, de modo que las personas puedan alcanzar sus objetivos y prosperar al mismo tiempo —sin necesidad de zanahorias ni palos.

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domingo, 22 de junio de 2025

¿Un nuevo cerebro? Así nos transforma la tecnología digital

El universo tecnológico en el que estamos inmersos provoca cambios en el cerebro humano, que, plástico y moldeable como es, responde adaptándose a nuevos estímulos y experiencias. ¿Cómo lo hace? ¿Qué consecuencias tienen estos cambios a corto plazo? Y a largo, muy largo plazo, ¿marcará el cerebro digital un nuevo paso en la evolución humana?

La OMS recomienda no exponer a los menores de dos años a las pantallas y limitar su uso a una hora al día como máximo antes de los cinco años. Pese a tales advertencias, la imagen de un pequeño concentrado con una tableta o un móvil entre las manos es habitual.

Se trata de una desescalada tecnológica: todo lo que se puede hacer en papel, se hace en papel. Nos lo cuentan las responsables pedagógicas de la Escuela Pía de Caldes de Montbui, cerca de Barcelona, cuyas aulas son una dulce vuelta atrás en el tiempo. No hay ordenadores portátiles, ni tabletas, ni pizarras electrónicas. Ni casi calculadoras. Por supuesto, ni un teléfono móvil. En un aula, alumnos de quinto de primaria, de 10 y 11 años, copian a mano el enunciado de un problema de matemáticas que les dicta el profesor –nada de pasarles una hoja impresa–, y en un cuaderno aparte hacen las operaciones. En otra aula, alumnos de bachillerato se disponen en semicírculo en una clase de literatura para verse las caras. Los libros son de papel. Toman apuntes con bolígrafo, y todos tienen al alcance de la mano su típex, un nostálgico utensilio que hace la misma función que la tecla delete. 

Suena el timbre y salen al patio, y ahí se conversa y se juega. Es un microcosmos, me digo. Arrollados como estamos todos por un alud de estímulos constantes en la palma de la mano, tecnodependientes e incapaces de narrar nada sin mostrar una imagen o de mirarnos a los ojos mientras creemos estar más conectados que nunca, ver a cinco adolescentes echando una partida de cartas se me antoja una idílica estampa que sería inaudita si tuvieran un móvil en el bolsillo. Si ahora mismo oyese una música celestial, ahí me quedaría para siempre.

Lorena Jiménez y Ascensi Laglera, directoras pedagógicas de ESO y Bachillerato y de Primaria, respectivamente, me hablan en su despacho de esta escuela como valientes artífices de un cambio, portavoces de un claustro que ha decidido priorizar el papel sobre la pantalla. Cuentan cómo tras la COVID-19 y el confinamiento, los ordenadores portátiles y las plataformas online para comunicarse con el profesor, acceder a material didáctico o realizar trabajos ganaron terreno: las pantallas eran las grandes salvadoras, permitían estudiar a distancia, y los alumnos se acostumbraron a ellas. Pero al cabo de tres años comenzaron a sonar las alarmas. 

«Nos dimos cuenta de que a los estudiantes les costaba cada vez más estructurar unos apuntes o un dossier–explica Jiménez–. Faltaba el ejercicio mental que uno hace delante de un folio en blanco cuando piensa qué es importante y planifica mentalmente qué espacio dará a cada concepto. Borrar y trabajar sobre la marcha con una aplicación les facilitaba hacer presentaciones con un diseño estupendo, pero mermaba su capacidad de síntesis». Enfrentarse a un texto –¡incluso a una definición de diccionario!– era una montaña, y en los exámenes, a la mala letra se sumaba una ortografía pésima: «Si escribes en papel, tienes que saber si una palabra va con g o con j, con h o sin ella; en cambio, si tomas apuntes con autocorrector, no necesitas aplicar esas normas y no las aprendes». El cálculo también se resentía: «Ahora promovemos el cálculo mental». Lo que acabó de convencerlas para dar un giro al proyecto de la escuela es la aplastante irrupción de la IA y de ChatGPT, que ha roto unos principios pedagógicos básicos: ¿cómo puede un estudiante aprender sin esfuerzo? ¿Cómo va a redactar bien si nunca escribe?

La desescalada tecnológica no es solo suya: es tendencia. Hace dos años Suecia anunciaba un desembolso de 60 millones de euros para recuperar los libros de papel en las escuelas públicas, una idea que se expande por toda Europa. El pasado mes de septiembre arrancaba en España el Manifiesto OFF, una campaña que, apoyada por más de 300 personalidades del ámbito de la psicología, la educación, la empresa y el derecho, pretende alertar a la ciudadanía y las autoridades del punto crítico que estamos alcanzando con el uso excesivo de la tecnología digital, en especial en las escuelas.

Desde las asociaciones de familias abundan iniciativas que piden que los móviles no entren en las aulas y se prohíban en la hora del recreo. Los gurús de la tecnología digital de Silicon Valley se vanaglorian de no tener pantallas en casa y matriculan a sus hijos en escuelas alternativas como la Waldorf, presente en todo el mundo y conocida por fomentar el aprendizaje artístico y experiencial.

Si en el mundo prepandémico, para un estudiante de los últimos cursos de primaria tener un portátil era un anhelo, y el número de ordenadores y tabletas disponibles reflejaba la capacidad del centro para afrontar los retos del futuro, ahora está claro: cuantas menos pantallas, mejor.

El cerebro digital es una realidad. Pertenece de facto a los nacidos en el siglo  XXI –los «nativos digitales»–, pero se ha convertido también, por adaptación, en una anatomía necesaria para la «generación analógica». Es fascinante, pero el fenómeno pide que lo observemos de cerca. 

David Bueno, catedrático de Neuroeducación de la Universidad de Barcelona, es miembro de la recién creada Comisión para una Digitalización Responsable en los centros educativos de Cataluña. Biólogo de formación, acaba de recibir el premio Josep Pla por su libro El arte de ser humanos, donde narra que la ciencia ha constatado que todas las expresiones artísticas, ya sea música, poesía o pensamiento filosófico, inciden en el desarrollo cognitivo, emocional y social. Tal vez por ello, verlo posando con ese porte para nuestra revista en la instalación de arte inmersivo digital de Irma de Vries, en el museo Moco de Barcelona, es ser testigo de una escena impecable. 

Bueno advierte del impacto negativo que una digitalización excesiva puede conllevar: «Vivir en un entorno en el que todo es inmediato nos aboca a la impulsividad. Estamos perdiendo capacidad de atención y no podemos retrasar las recompensas». Las redes sociales, tan presentes y tan a mano, generan dependencia: «Las gratificaciones instantáneas que ofrecen son descargas de dopamina, un neurotransmisor que funciona como con las adicciones: cada vez queremos más, y si no lo tenemos, nos sentimos vacíos, nuestro ánimo oscila como en una montaña rusa».

Y esos chispazos de euforia, ¿pueden cambiar la estructura o las funciones cerebrales? Sí. Y en niños y adolescentes, más: «Los que miran muy a menudo las redes sociales muestran un neurodesarrollo diferente en las redes emocionales, motivacionales y de control cognitivo; la verificación habitual en busca de likes puede estar asociada con cambios en la sensibilidad neural».

Justamente sobre la impulsividad y el impacto de los likes ha trabajado el equipo de Connected Minds Lab, en Amsterdam. Wouter van den Bos, licenciado en Filosofía, fundó este laboratorio en 2018 para observar los cambios en el desarrollo cognitivo de los jóvenes en relación con su entorno. La tropa del Connected Minds Lab desembarca en las escuelas de educación secundaria armada con tabletas en las que los jóvenes responden todo tipo de tests, que luego se analizan con modelos computacionales y técnicas de neuroimagen. En su estudio más reciente se aborda la incidencia de las redes y esos influyentes likes sobre la salud mental y la autoestima. «En esta franja de edad son más sensibles a la aceptación y al rechazo, y hoy no solo se exponen a lo que piense un grupo o una persona: se muestran ante el mundo entero, y a través de lo que publican construyen su identidad social», me cuenta Van den Bos en una videoconferencia. Y confirman que el humor de los adolescentes cambia en relación a los likes que reciben.

A la hora de pronunciarse como defensor o detractor de esta nueva realidad, Van den Bos es escurridizo: «Casi todos los estudios realizados tienen más en cuenta el tiempo que los jóvenes pasan ante las pantallas que el contenido que consumen. Mirar historias de TikTok o similares no reportará el desarrollo de nuevas habilidades. Pero hay otros usos en los que la pantalla es solo el soporte, y el cambio en cómo perciben los contenidos no tiene por qué ser negativo».

El efecto real de la tecnología en el cerebro de los más jóvenes ha sido objeto de decenas de estudios abordados desde la neurociencia. Es impresionante la variedad de tesis que exponen. Los hay que culpan al exceso de pantallas del descenso en el cociente intelectual: un estudio de 2023 capitaneado por Elizabeth M. Dworak sobre una muestra de 400.000 estadounidenses reveló un declive de este medidor de la inteligencia por primera vez desde que hace un siglo se toman registros del mismo.

Otros calman las aguas y ven en las pantallas seguras aliadas que ayudan al desarrollo de nuevas capacidades, como mantener actividades intelectuales simultáneamente, razonar en tres dimensiones o ganar velocidad en la resolución de conflictos.

Hay investigadores, como el neurocientífico Michel Desmurg, autor de La fábrica de cretinos digitales y de Más libros y menos pantallas, que se apoyan en decenas de análisis para dibujar con trazo grueso el absoluto desastre al que nos abocamos, y llegan a comparar el caso omiso que se está haciendo a los peligros que entrañan las pantallas a cómo se ignoraban en la década de 1970 los fatídicos efectos del tabaco.

«De los cero a los 12 años, el uso de lápiz y papel es fundamental; y en los adultos, leer en papel es más estimulante».

De esta sucesión infinita de tesis controvertidas y de publicaciones que las apoyan en uno u otro sentido, uno de los trabajos más significativos es el que han realizado los investigadores Dandan Wu, Xinyi Dong, Danqing Liu y Hui Li, de la Universidad de Hong Kong. Publicado a finales de 2023 con el título «How early digital experience shapes young brains during 0-12 years», se trata de un metaanálisis que bebe de distintos estudios elaborados sobre el mismo tema: de qué modo el uso de dispositivos digitales moldea el desarrollo cerebral de los más jóvenes. Sus autores han evaluado 33 trabajos publicados en todo el mundo –Estados Unidos, Japón, China, Alemania, España, Israel, Holanda, Inglaterra y Singapur– que en total alcanzan una muestra de 30.100 participantes de edades comprendidas entre los cero y los 12 años.

Apoyándose en técnicas de neuroimagen, 23 de los 33 estudios analizados han demostrado el impacto de la tecnología sobre los cerebros infantiles. Sin embargo, a la hora de decantar la balanza de la experiencia digital, mientras que en 15 de ellos se constatan efectos negativos –como la pérdida de capacidad lingüística o el déficit de atención–, seis han hallado beneficios –como la mejora en la capacidad ejecutiva–. Gracias a este amplio metaanálisis, es posible hacer una relación de las áreas del cerebro donde son más evidentes los cambios estructurales y funcionales que produce el uso de las pantallas sobre una población de cero a 12 años.

La corteza prefrontal sería la región cerebral en la que con más claridad impacta la experiencia digital en un cerebro joven. En un esquema muy simple de la maquinaria de nuestro órgano más complejo, vendría a ser la encargada de gestionar nuestro comportamiento al controlar los impulsos. Podríamos decir que a esta área corresponde la madurez en su sentido más estricto: la capacidad de reflexionar, del pensamiento abstracto y de gestionar las emociones más viscerales e impulsivas. De hecho, su desarrollo no termina hasta el fin de la adolescencia, cuando, si nos ponemos épicos, el sentido común ganaría la batalla a la fuerza instintiva.

La segunda región que este metaanálisis pone en el foco se encuentra en las intersecciones de los lóbulos parietal, temporal y occipital, concretamente en el surco intraparietal. Esta estructura anatómica está involucrada en la coordinación motora, la atención visual, la memoria espacial y el procesamiento de datos numéricos y simbólicos. 

En tercer lugar, la investigación realizada por la Universidad de Hong Kong concluye que la experiencia digital puede moldear, en general, las redes neuronales de la corteza cerebral.

David Bueno, centrándose en las redes sociales, añade la importancia del sistema límbico, en concreto de la amígdala, «que se encarga de generar los estados emocionales» poniendo en marcha el intrincado sistema de conexiones y neurotransmisores que nos prepara ante situaciones que requieren nuestra atención, pero que también puede desencadenar estrés y ansiedad. El núcleo estriado intervendría asimismo en estos procesos, ya que, según el experto, «gestiona las sensaciones de recompensa por las actividades que hacemos o los pensamientos que tenemos, y también permite que anticipemos las recompensas futuras basándonos en las experiencias pasadas».

El neuroanatomista Javier Defelipe abre la puerta de uno de los frigoríficos del Laboratorio Cajal de Circuitos Corticales, en el Centro de Tecnología Biomédica de la Universidad Politécnica de Madrid, con la misma sonrisa que esbozaría un anfitrión al mostrar a su invitada los manjares que ha preparado para la cena. Por fuera, la nevera es idéntica a la que muchos tenemos en casa, pero dentro, sobre las estanterías reposan unas cajitas transparentes con pequeños daditos de carne que no resultarían precisamente seductores para un gourmet. Tienen etiquetas escritas a mano: «ratas viejas», «hámsters», «ratas vascas», «vallecanas». Vaya nomenclaturas. «Son trocitos de cerebro. Y, mira, estos de aquí son cerebros humanos», señala con expresión pícara, buscando acentuar mi sorpresa ante esa materia prima. Tal vez no es un mal final para los creyentes de la ciencia, le digo. Y contesta: «Sí, algún día yo estaré aquí en un pocillo donde pondrá: Javier».

DeFelipe es un genio atípico. Se necesitan solo dos minutos para darse cuenta de que este gran impulsor de la investigación en microanatomía del cerebro, director del laboratorio donde he venido a visitarle, carece del ego que podría exhibir quien es considerado por sus colegas el noble heredero de Santiago Ramón y Cajal, alguien capaz de trazar una conversación entre la neurología y el arte, la filosofía, la historia de la ciencia, la literatura o la astrofísica, como hace en su último libro, De Laetoli a la Luna: el insólito viaje del cerebro humano. Quizá los centenares de acreditaciones que cuelgan del pomo de la puerta de su desordenado despacho son la única muestra que se permite tener a mano de una brillante carrera. «Llevo más de 450 conferencias dadas por todo el mundo», dice sin conceder la mayor importancia al dato. Uno de los temas que más le fascinan es la plasticidad cerebral.

«La plasticidad es la capacidad del cerebro para adaptar sus circuitos al entorno y a los estímulos ambientales», arranca DeFelipe. Me pide que imagine el cerebro como un gran mosaico donde miles de millones de neuronas se conectan entre sí mediante sinapsis, unas estructuras que van encajando constantemente los axones de una neurona con las dendritas de otra, estableciendo circuitos. Las neuronas no cambian prácticamente a lo largo de la vida, pero sí las sinapsis, que son dinámicas y forman nuevos recorridos «que se hacen y rehacen en función de un programa genético personal e interactuando con estímulos externos. Y así aprendemos: es la gran maravilla del ser humano».

El investigador señala la corteza cerebral multilaminada, también llamada neocorteza, como el centro de operaciones de la plasticidad. Conecta las diversas áreas del cerebro y hace que este funcione como un todo. «El cerebro es un misterio –afirma–. Pero desde una perspectiva biológica, sabemos que si en algún sitio se generan las bases de cualquier aprendizaje, es ahí».

Entre los cero y los 12 años, coincidiendo con el desarrollo físico e intelectual, la plasticidad del cerebro es muy alta y la actividad de las sinapsis, frenética. La cantidad de circuitos complejos que implican y conectan los millones de neuronas del sistema nervioso y motor es enorme. «Actividades como escribir a mano o aprender a tocar un instrumento requieren tácticas motoras que se basan en adquirir representaciones mentales de los mecanismos necesarios para el movimiento. En nuestro cerebro ya está disponible el sustrato neural, pero no el cableado, y esto es lo que tenemos que procurar», explica.

Elaborar un pensamiento abstracto, crear, inventar, entender, realizar actividades complejas que implican la intervención del sistema motor, son cruciales en la infancia y la adolescencia porque, aunque el cerebro siempre es plástico, estos son períodos críticos de alta capacidad para los que no hay vuelta atrás: «La educación moldea nuestro cerebro, y la cultura hace que el cerebro evolucione; ambos son tan importantes como la capacidad biológica cerebral».

DeFelipe cita como precusor y referente a Santiago Ramón y Cajal, autor de la célebre cita que da colosal sentido a la neuroplasticidad: «Todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro». Y recuerda que el científico aragonés era un ferviente defensor de la gimnasia cerebral para aumentar nuestras capacidades intelectuales. Afirmaba que el potencial para incrementar las conexiones neuronales se producía a través de un mecanismo plástico en respuesta a un estímulo continuo. Las ideas del nobel de medicina de 1906, padre de la neuroanatomía y de la teoría neuronal, según la cual nuestro cerebro no es una red continua, sino que está formado por células independientes –neuronas– que se comunican entre sí a través de sinapsis, «fueron el mejor punto de partida de algunas ideas modernas sobre este tema».

¿El cerebro cambia al adaptarse al universo tecnológico? «Sin ninguna duda –me responde DeFelipe–, aunque si eso es bueno o malo, lo dirán los psicólogos. Las herramientas digitales son fascinantes, pero en edades tempranas es importante que padres y docentes estén muy al tanto de los pros y contras».

¿Somos moldeables toda la vida? DeFelipe ríe: «Claro, yo tengo 72 años y sigo aprendiendo, aunque como mi cerebro se adapta, hay cosas que no memorizo, como los números de teléfono, que no me sé ni el de mi mujer, o cosas que no me esfuerzo en aprender, como el recorrido para llegar a un lugar. Por cierto, ¿sabes lo que le ocurre al cerebro de los taxistas de Londres?».

Desde 1866, sacarse la licencia de taxi en Londres y conducir uno de los black cabs que recorren la capital británica requiere aprobar el Knowledge, un examen para el que hay que memorizar las 25.000 calles de la ciudad. La preparación suele durar un año en que el aspirante recorre la urbe conduciendo un ciclomotor con el callejero sobre el manillar. En 2006, la neurocientífica Eleanor Maguire demostró con técnicas de resonancia magnética que el hipocampo del cerebro de los taxistas de Londres es más grande que el de la población general, en especial comparándolo con el de los conductores de autobuses que recorrían regularmente la misma línea. El hipocampo es una de las pocas estructuras cerebrales en las que, incluso en adultos, se generan nuevas neuronas. El estudio resultó revelador: quienes leían mejor los mapas podían tener un cerebro más desarrollado, no solo por sus funciones, sino también por su tamaño.

El recuerdo de esta publicación le sirve al emprendedor Diego Hidalgo, impulsor del Manifiesto OFF, para mostrarme un Nokia –del estilo de los de los años 2000, sin internet, ni aplicaciones ni GPS– y lanzarme –en una conversación por Zoom, eso sí– una batería de preguntas que apelarían a cualquier adulto: ¿Cuándo ha sido la última vez que hemos conducido a un lugar desconocido sin usar una aplicación de geolocalización?¿Cuántos números de teléfono recordamos? En serio, ¡¿ni el de nuestros hijos?! ¿Es posible que no sepamos hacer una división de dos cifras? Y sin buscarlo, ¿sabemos el nombre de la presidenta de Honduras o cuál es la capital de Alaska? «Dejemos de engañarnos. La memoria funciona así: o la usas o la pierdes», sentencia. Esa pérdida es lo que se ha dado en llamar «amnesia digital», un término que define la experiencia de olvidar aquella información que un dispositivo puede almacenar y recordar por nosotros.

Hidalgo tiene 41 años. Autor de Anestesiados, la humanidad bajo el imperio de la tecnología y de Retomar el control: 50 reflexiones para repensar nuestro futuro digital, realizó su primer trabajo sobre los efectos de la hiperdigitalización y los riesgos que suponía socializar en el universo virtual cuando estudiaba Sociología en la Universidad de Cambridge, en 2006. «Eran tiempos en los que todavía tenía que explicar en qué consistía Facebook, pero a mí ya me asustaba», recuerda. En un momento en que el mundo occidental se entusiasmaba con las posibilidades que abrían las redes para relacionarse, Hidalgo ya miraba esta revolución con recelo. Partía de un hecho personal: «Recuerdo ser adolescente y ver a mi padre ante una pantalla tras descubrir el e-mail, absorto y obsesionado con los mensajes que recibía mientras yo quería contarle mis cosas». Con los años, cada vez tuvo más clara su cruzada: «Estamos delegando capacidades sociales, pero también cognitivas, como la memoria. Y con la IA generativa solo podemos ir a peor».

Acerca de la sobreexposición a las pantallas y los efectos que esto puede tener sobre la memoria de los adultos ha alzado la voz el psicólogo de la Universidad de Texas en Austin Adrian Ward. En 2021 publicó una de sus tesis más controvertidas, según la cual el uso constante de buscadores de internet provoca en los navegantes un efecto sorprendente: la falsa sensación de que lo que leen y usan forma parte de su cultura y conocimiento general. En 2025, Ward ha querido demostrar los efectos positivos de desconectar el móvil: reclutó a 467 personas con una media de edad de 32 años y durante dos semanas les bloqueó el acceso a internet en sus dispositivos personales, permitiéndoles acceder solo a las llamadas y los mensajes de texto. Los resultados fueron espectaculares: el 91 % admitió haber mejorado la capacidad de atención, el bienestar y la salud mental. Pero lo más impactante: se comprobó que el 71 % había aumentado sus capacidades cognitivas, entre las que se incluyen la capacidad creativa y la memoria.

«En el cerebro me quedé atrapado», confiesa Javier DeFelipe, condensando en esta frase su entusiasmo. «La historia de la humanidad se encuentra ahí: es gracias a la plasticidad cerebral que hemos podido evolucionar como especie, porque hemos creado, adaptándonos para sobrevivir. Inventamos el fuego, diseñamos herramientas que aprendimos a usar imitando a nuestros iguales; un día perdimos a los seres queridos, se complicaron las cosas y nos inventamos la religión; otro día quisimos tener un grupo, pertenecer a algo, defenderlo, sentimos odio y matamos; después vino la escritura, imaginemos la historia de la humanidad sin ella». Y concluye: «Llevo estudiando el cerebro toda mi vida y nunca veo el final. Cuanto más sé, más preguntas surgen a las que deseo dar respuesta». 

Pues aquí llega la última pregunta. Reconociendo que nuestro cerebro está cambiando su estructura y sus funciones en una era tan tecnológica y tecnocrática que la IA generativa permite escribir una novela o crear una obra de arte pulsando una tecla; en un entorno en que grabamos y fotografiamos cada momento de nuestra vida para recordar mejor, o no necesitar recordar, o simplemente compartimos una imagen en lugar de narrar un recuerdo; en un escenario inimaginable en el que un chatbot puede convertirse en una copia virtual de una persona desaparecida, actuando como ella a partir de la huella digital que dejó y cambiando la forma como la recordamos; en un momento en que la ciencia y numerosas disciplinas están dando pasos de gigante gracias a una IA que supera las capacidades humanas… Con todo esto por delante, ¿estará nuestro cerebro dando un nuevo paso en la historia de su evolución? DeFelipe sonríe: «Rotundamente, no. Los cambios que percibimos van por períodos muchísimo más amplios, tenemos el mismo cerebro que hace 200.000 años. No vamos a ver una evolución anatómica hasta que vivamos en el espacio, ahí sí que abriremos un nuevo capítulo. Y la realidad de que los humanos fundemos colonias fuera de la Tierra, créeme, está aquí mismo». 

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domingo, 15 de junio de 2025

El auge de los currículums generados por IA hace que las empresas pierdan candidaturas especializadas

Según el informe “Global Workforce Report” elaborado por Remote, los reclutadores españoles dedican casi dos semanas enteras a revisar candidaturas irrelevantes en el proceso de selección para un único puesto de trabajo.

Actualmente los reclutadores españoles dedican una media de 9 días a identificar todas las candidaturas irrelevantes por cada vacante publicada. Esto se debe a la creciente tendencia de generar los currículums con inteligencia artificial, según refleja un reciente estudio de Remote, plataforma global líder en RRHH para empresas distribuídas, realizado a más de 4.000 encargados de contratación de personas en todo el mundo, de los cuáles más de 500 se sitúan en España.

El mercado laboral está experimentando una crisis de contratación sin precedentes acelerada por la inteligencia artificial. Cada vez es más complicado para las empresas cubrir vacantes de forma eficaz puesto que las dinámicas del mundo laboral se encuentran en constante cambio. Por un lado, muchas empresas se enfrentan a un exceso de solicitudes, de hecho, solo en el último semestre, casi la mitad de los encuestados afirma haberse visto abrumado por el número de candidaturas recibidas para cubrir un puesto. Además, también en los últimos seis meses, tres cuartas partes (75%) señalan haber recibido currículums generados por IA que contenían información falsa. Por otro lado, casi la mitad de  empresas (45%) afirman tener dificultades para encontrar candidatos con las habilidades adecuadas.

Como consecuencia a la gran carga de trabajo derivada de la avalancha de currículums elaborados con IA de candidatos no cualificados, el 44% de las empresas españolas se ven obligadas a adoptar un enfoque basado en criterios predefinidos, de esta manera se reduce el tiempo dedicado a revisar cada solicitud. “La mayor parte del peso de la búsqueda de talento recae en los equipos de recursos humanos y reclutamiento, que normalmente, cuentan con poco personal o no disponen de las herramientas necesarias para gestionar este incremento en el volumen de solicitudes”, explica Judith Planella, Directora de Marketing Regional en Remote. Esto puede llevar a los reclutadores a pasar por alto perfiles valiosos y no brindar a cada candidato el tiempo y la atención que merece.

La facilidad con la que la IA permite a los solicitantes generar múltiples aplicaciones ha provocado que muchos de ellos realicen búsquedas de empleo indiscriminadas, sin tener en cuenta los requisitos o habilidades requeridas. Como resultado, el 73% de los reclutadores ha reportado un aumento de candidatos poco cualificados, lo que representa un problema significativo para casi el 70% de las empresas.

El estudio señala que el 78% de las empresas españolas espera contratar más personal este año. Para afrontar estos nuevos retos, 3 de cada 10 compañías garantizan haber implementado diversas estrategias para encontrar candidatos capacitados, como la realización de evaluaciones previas para preseleccionar perfiles afines (29%), se han asociado con empresas de contratación (28%) o  han revisado los requerimientos de los puestos de trabajo (27%). Además, aunque la IA es la causa principal de algunos de estos problemas para las empresas, alrededor de una cuarta parte de ellas emplea esta tecnología en sus procesos de reclutamiento para seleccionar o comparar candidatos y hacer frente al exceso de solicitudes.

“El acceso global al talento puede suponer grandes ventajas para las empresas, pero la reciente inclinación de los candidatos hacia la adopción de herramientas basadas en IA , así como las funciones de solicitud rápida en las plataformas de búsqueda de empleo, pueden dar lugar a un exceso de solicitudes irrelevantes, lo que supone una preocupación para los equipos de RRHH ya que incrementa la carga de trabajo y aumenta el riesgo de que se pierdan solicitudes relevantes”, afirman desde Remote.

En definitiva, las nuevas tecnologías no solo han ayudado a las empresas a acceder a talento especializado en todo el mundo, sino que también han ayudado a los solicitantes a acceder a nuevas oportunidades a través del trabajo en remoto. Sin embargo, en este nuevo panorama laboral, es imprescindible que las empresas cuenten con equipos y mecanismos que les ayuden a gestionar el enorme volumen de solicitudes y se abran a nuevas vías para encontrar talento cualificado, verificar sus habilidades y reducir el tiempo invertido en tareas administrativas.

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viernes, 13 de junio de 2025

El teletrabajo nos hace más felices

 Un grupo de científicos lleva 4 años analizando los efectos del teletrabajo y sus conclusiones son muy claras: “Nos hace más felices”

Entre otros beneficios, los empleados que trabajan desde casa duermen, en promedio, media hora más por noche.

La pandemia popularizó (a la fuerza) el teletrabajo, pero desde entonces, al menos en España, la presencialidad ha vuelto a imponerse. Sin embargo, poco a poco, sí es cierto que las empresas se han abierto a una mayor flexibilidad: según la última encuesta del INE, un total de 3,19 millones de ocupados desempeñan sus tareas desde su domicilio, ya sea de forma habitual u ocasional, lo que supone 127.100 más que un año antes. Además, de acuerdo con este análisis de Instituto Nacional de Estadística, el nivel de satisfacción de los trabajadores que tenían modalidad híbrida (teletrabajo y presencial) era más elevado.

El debate sobre las ventajas y desventajas del teletrabajo sigue abierto, pero ahora un ambicioso estudio realizado en Australia trata de ponerle fin. Los resultados de la investigación —realizada por la Universidad de Australia del Sur durante cuatro años, desde antes de la pandemia de Covid-19— afirman que la flexibilidad de trabajar desde casa tiene un impacto positivo significativo en la salud física y mental de la población trabajadora, lo que se traduce en una mayor satisfacción laboral.

Uno de los beneficios más notables del teletrabajo es el aumento en el tiempo de sueño. Los empleados que trabajan desde casa duermen, en promedio, media hora más por noche, según este análisis. Antes de la pandemia, el trabajador promedio dedicaba alrededor de 4,5 horas a la semana a desplazarse al trabajo, lo que a menudo se asociaba con una peor salud mental. “Reducir o eliminar estos viajes diarios tiene un impacto directo y positivo en la salud”, señala el estudio.

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El tiempo ahorrado en desplazamientos se reinvierte de diversas maneras. El estudio australiano, al igual que investigaciones similares en España, indica que los teletrabajadores ganan hasta diez días adicionales de tiempo libre al año. Este tiempo se utiliza tanto para trabajar más como para atender responsabilidades familiares y de cuidado. “Al dedicar más tiempo al ocio, hay más oportunidades de estar físicamente activo y ser menos sedentario”, destacan los investigadores.

Los hábitos alimenticios también han mejorado con el teletrabajo. La proximidad a la cocina ha llevado a un aumento en el consumo de vegetales, frutas y productos lácteos, así como a una mayor preparación de comidas caseras.

Los desafíos de estar lejos de la oficina

A pesar de los beneficios, el teletrabajo presenta desafíos en términos de productividad y cohesión de equipo. Algunos directivos, por ejemplo, temen una disminución del rendimiento debido a la falta de supervisión. Sin embargo, el estudio australiano, respaldado por otras investigaciones, sugiere que la productividad se mantiene e incluso mejora cuando los empleados trabajan desde casa. Además, se destaca la importancia de diferenciar entre el teletrabajo impuesto y el elegido, ya que este último tiene un impacto más positivo en el bienestar de los empleados.

La investigación también aborda las preocupaciones sobre la cohesión del equipo y los lazos sociales en el trabajo. Aunque la conexión entre colegas es más difícil de mantener a distancia, el estudio opina que el rendimiento y la estabilidad no se ven afectados negativamente. “El apoyo de colegas y empresas es crucial para el bienestar de las personas empleadas que eligen trabajar desde casa”, señala el informe. “Nuestro enfoque hacia el trabajo debe evolucionar, abrazando la diversidad de necesidades y estilos de vida”, concluyen los investigadores.

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jueves, 5 de junio de 2025

El teletrabajo mejora la productividad y el bienestar.

Tras dos años y un millón de personas analizadas, un estudio confirma que el teletrabajo mejora la productividad y el bienestar.

Un colegio de negocios alerta a los jefes: el trabajo debe ser flexible, no basado en nociones obsoletas de productividad y control.

El debate de la productividad lleva años siendo central en las decisiones sobre si los trabajadores deben volver a las oficinas o pueden continuar teletrabajando. Muchos son los estudios que se han hecho al respecto. Y hay algo muy curioso: los empleados, por norma general, suelen alegar sentirse más productivos desde su hogar (no todo el mundo, claramente), además de felices, y los jefes están empeñados en que la oficina hace más productivos a sus trabajadores y que su presencia y control es esencial.

En todo esto, un nuevo estudio acaba de ver la luz y es muy interesante por la enorme cantidad de datos que ha recopilado para llegar a sus conclusiones. Concretamente, el colegio de finanzas del King's College de Londres, utilizando datos de más de un millón de observaciones de la Encuesta de Población Activa británica y con las respuestas de más de 50.000 personas encuestadas para la "encuesta sobre acuerdos y actitudes laborales en el Reino Unido", afirma que tienen una evidencia sólida sobre la situación de la gente que trabaja desde casa. Esto se une a otros estudios que también han analizado durante los últimos años.

Una de las principales conclusiones es que: "quienes trabajan de forma flexible son más productivos, ya que trabajan con mayor eficacia, tienen menos probabilidades de tomar descansos o de trabajar más tiempo".

Qué hace a los trabajadores más productivos cuando tienen flexibilidad

Y corrobora algo muy importante que vimos hace unos días en un estudio global: los trabajadores flexibles también suelen ser más leales, comprometidos con sus trabajos y más satisfechos con sus condiciones laborales, lo que se traduce en menos problemas de enfermedad, absentismo y una mayor retención de trabajadores.

El estudio afirma que "el trabajo flexible también puede mejorar indirectamente la productividad y el rendimiento de la empresa al mejorar el bienestar de los trabajadores, lo cual se ha demostrado empíricamente que está directamente relacionado con la productividad". Otro motivo es que se eliminan costes operativos "al mejorar la retención y la contratación, y reducirse el absentismo laboral por enfermedad".

De todos modos, el estudio ha comprobado que el trabajo flexible se ha normalizado. En las respuestas han visto que la gente está convencida de que el teletrabajo fomenta la productividad, la conciliación de la vida laboral y personal y el bienestar.

Afirman las conclusiones del informe que el trabajo en remoto "permite que tanto mujeres como hombres sigan participando en un trabajo remunerado mientras cumplen con sus responsabilidades personales y de cuidado". Con esto se refiere al ciudado de hijos, mayores y también el de "la propia salud física y mental, un tema cada vez más importante" en el ambiente laboral.

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El informe se muestra crítico con las empresas

El mismo informe recuerda que en los últimos años, "hemos observado un aumento del escepticismo hacia el teletrabajo, con la preocupación de los empleadores por el compromiso y la motivación de quienes trabajan desde casa".

"Muchos empleadores y políticos han declarado públicamente que el teletrabajo ha tenido graves repercusiones negativas en la productividad de los trabajadores y la cultura empresarial, limitando la colaboración y es responsable de la reducción del crecimiento empresarial, lo que ha dado lugar a los constantes mantos de retorno a la oficina", explican Heejung Chung y Shiyu Yuan, las expertas encargadas de este informe.

El estudio ha comprobado que, aunque los titulares los hayan copado muchas empresas hablando de la obligación de volver a la oficina, a veces con el descontento de su plantilla, muchas son las empresas que ofrecen flexibilidad, al menos en el Reino Unido y que permiten a sus trabajadores llevar a cabo sus tareas desde casa en ocasiones. De todos modos, han hecho una advertencia a los jefes que no permiten la flexibilidad:

"El futuro del trabajo requiere una reinvención, no un regreso a las viejas formas de trabajo. Debe ser flexible, inclusivo y diseñado para el mundo en el que vivimos, no basado en nociones obsoletas de productividad, basadas en la presencia o el control. Este no es momento para mirar atrás, sino para adaptarse con valentía.

El futuro del trabajo ya está aquí y las organizaciones que lo adopten liderarán con mayor rapidez, se adaptarán con mayor inteligencia y prosperarán con mayor fuerza".

Es importante destacar también que a pesar de los anuncios de directores ejecutivos de alto perfil de volver a las oficinas, los investigadores no encontraron evidencia de un regreso masivo a las oficinas, y las tasas de trabajo desde casa se mantuvieron estables desde 2022, al menos en Reino Unido.

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miércoles, 4 de junio de 2025

Por qué la última década de su vida laboral será la más exitosa

Uno de los procesos de selección más apasionantes, antiguos y relevantes que se conocen -el cónclave con el que el Colegio Cardenalicio, la mayoría sexagenarios y septuagenarios- nos sirve como pie para recordar una tendencia creciente en el mercado laboral de nuestros días: el incremento de las posibilidades de que los 10 ó 15 últimos años de nuestra carrera laboral sean los más fructíferos y brillantes de nuestra vida profesional.

                                    

Millones de personas siguieron estos días las informaciones sobre uno de los procesos de selección más cautivadores que existen. El cónclave escogió a un nuevo Papa entre un grupo selecto de cardenales sexagenarios y septuagenarios en el final de su carrera -los octogenarios no participan- que optan a uno de los puestos más relevantes que se conocen.

Este antiguo y llamativo proceso de selección ha dejado de ser algo único si tenemos en cuenta una tendencia casi universal que revela que trabajaremos más años. Esa extensión de la vida laboral implica que los que hoy comienzan una carrera tendrán que recorrer un camino profesional de hasta medio siglo, con nuevas fórmulas de actividad, diferentes maneras de recompensar y valorar el trabajo y una relación muy diferente con los empleadores.

Y aún más: aunque el edadismo y la marginación de los profesionales sénior es moneda común en muchos procesos de contratación y en la vida de un gran número de empresas, cada vez se dan más oportunidades y circunstancias para que los últimos diez o quince años de nuestra vida laboral puedan convertirse en la mejor etapa profesional de cada uno.

Una empleabilidad mucho más duradera

La necesidad de generar una nueva empleabilidad que dure más tiempo, y que se nutra de las habilidades que vayamos adquiriendo y consolidando durante ese largo periodo es un reto que hay que planificar cuidadosamente, ya que lograr que los últimos años de actividad laboral sean los más brillantes de nuestra vida requiere cierta preparación.

Javier Blasco, director de The Adecco Group Institute, hace hincapié en la necesidad de un "plan de negocio" personal, porque todos debemos planificar el final de nuestra carrera trabajando algo como la salud: "Si queremos ir a un envejecimiento activo que valore el talento sénior depende de la salud mental, y ésta depende de la salud física. Se trata de analizar el ciclo de vida del empleado para abordar los últimos metros de vida profesional". Blasco insiste en que la planificación de la trayectoria será estratégica, y en ella habrá que determinar qué habilidades debemos entrenar en cada momento, en un proceso de recualificación continua".

Numerosos estudios recientes muestran que la satisfacción laboral puede aumentar en la última etapa de la carrera; e investigaciones sobre el paradigma edad-rendimiento indican que, aunque algunas habilidades cognitivas pueden declinar, otras como la inteligencia cristalizada (experiencia, juicio, resolución de problemas y mentoría) se fortalecen con la edad.

Además, como indica Blasco, hay que tener en cuenta el impacto positivo en salud y bienestar. Una investigación de la Universidad de Harvard sostiene que "trabajar más allá de la edad tradicional de jubilación se asocia con beneficios para la salud física y mental, menor riesgo de enfermedades y mayor longevidad, además de mantener la estimulación social y cognitiva". Es esto lo que contribuye a que los últimos años laborales sean más activos y satisfactorios, y no sólo una transición pasiva hacia el retiro.

El estudio de Harvard coincide con investigaciones de LSE Business School que concluyen que "la satisfacción y el rendimiento en la última etapa dependen de la actitud proactiva del trabajador y de las políticas de recursos humanos que favorezcan la formación continua, la adaptación de puestos y la flexibilidad". Las organizaciones que invierten en el desarrollo y bienestar de sus empleados mayores logran que estos años sean productivos y motivadores.

El nuevo concepto de profesional esencial

Conviene recordar que desde el comienzo de la pandemia de Covid los sénior empezaron a ser destacados como una nueva clase de profesionales esenciales por su pertenencia a una generación con capacidades profesionales especialmente adecuadas para un nuevo mercado laboral marcado por la incertidumbre y las nuevas formas de actividad que entonces se empezaban a adivinar.

La pandemia no sólo visibilizó la importancia de los sénior en roles esenciales. También aceleró la transformación de sus trayectorias laborales: muchos optaron por prolongar su vida profesional, reinventándose en sectores de alta demanda o como expertos independientes.

El mercado tiende a reconocer cada vez más el valor de la experiencia y la capacidad de adaptación, especialmente en contextos de mucha incertidumbre, donde la resiliencia y el juicio profesional marcan la diferencia.

La combinación de experiencia, habilidades digitales adquiridas y flexibilidad para trabajar por proyectos posiciona a los sénior como un ejemplo real de éxito en un nuevo paradigma laboral. Andrés Pérez Ortega, consultor en estrategia personal, recuerda que en la última etapa laboral todo lo que uno necesita ya lo tiene: "La última fase laboral es la época en la que se puede aplicar todo lo que un profesional ha ido acumulando en su almacén. Es el momento de trabajar con las ideas, lecciones, errores, red de contactos o prestigio que ha adquirido durante muchos años".

Perfil de hiperexpertos y 'autónomos premium'

Así, es posible presentar la hipótesis de que los sénior mayores de 50 podrían plantearse una nueva carrera profesional al final de su vida laboral en la que se conviertan en profesionales de altísimo rendimiento, y que incluso puedan operar al margen de las empresas tradicionales convirtiéndose en una especie de autónomos hiperexpertos que sean contratados por su talento y capacidades para desarrollar proyectos concretos muy bien pagados. Una vez que concluye esa tarea, termina también la relación con la compañía y pasan a otro proyecto.

Los datos internacionales confirman que los mayores de 50 años no sólo pueden competir, sino que también son capaces de ser líderes en mercados intensivos en inteligencia artificial. Su combinación de experiencia y dominio estratégico de herramientas digitales los posiciona como traductores esenciales entre tecnología y negocio que, según Gartner, es un rol crítico para el 78% de las empresas.

Todo esto será real siempre que las organizaciones desarrollen programas de upskilling específicos que aprovechen su ventaja comparativa en pensamiento crítico. Para ello es necesario reformar los sistemas de reclutamiento basados en inteligencia artificial para neutralizar los sesgos de edad, y se han de adoptar modelos laborales por proyectos en los que la experiencia contextual de los sénior genere valor tangible.

La evidencia de plataformas laborales, informes sectoriales y casos reales respalda que profesionales mayores de 50 están reinventándose como freelance premium en la economía de la IA.

Plataformas como Toptal y Upwork reportan un aumento del 189% en perfiles sénior tecnológicos, con ingresos medios un 40% superiores a los de profesionales jóvenes en roles similares. Freelance sénior en inteligencia artificial generativa pueden cobrar entre 100 y 150 dólares a la hora por proyectos de desarrollo de chatbots, ingeniería de prompts y fine-tuning de modelos.

Por lo que se refiere a los sectores con mayor penetración de estos autónomos sénior premium, McKinsey y MIT Tech Review citan la consultoría, donde se demandan asesores en implementación de inteligencia artificial; la salud digital, que reclama auditores de algoritmos diagnósticos (con tarifas de 950 dólares la hora); o la logística 4.0. El dominio de la inteligencia artificial, especialmente la capacidad de hacer las preguntas adecuadas, otorga a los profesionales sénior una ventaja competitiva que puede convertir sus últimos diez años de carrera en los más exitosos y satisfactorios.

La ventaja competitiva de dominar la IA

Generación Savia destaca que los sénior superan a los jóvenes en prompt engineering: el 68% de las empresas prioriza esta habilidad para roles estratégicos con IA.

No se trata sólo de adaptarse a la tecnología, sino de liderar su uso estratégico, aportando valor añadido a la organización y encontrando nuevas fuentes de realización profesional en la etapa final de la vida laboral.

Un reciente estudio de MIT Sloan Management School recuerda que la integración de IA puede aumentar la productividad de los profesionales altamente cualificados hasta en un 40% cuando se usa dentro de los límites de sus capacidades. Además, el uso de IA para automatizar tareas rutinarias permite a los profesionales centrarse en actividades más estratégicas y satisfactorias, lo que contribuye a que los últimos años de carrera sean más enriquecedores y motivadores.

Según LinkedIn, los profesionales sénior que usan inteligencia artificial para crear contenido sectorial incrementan un 35% sus oportunidades laborales, y en lo que se refiere a la gestión de proyectos complejos, el 73% de las consultorías lideradas por sénior reportan mayor éxito en implementaciones de IA por su capacidad para anticipar riesgos y coordinar equipos multidisciplinares.

El dominio de las herramientas de IA por parte de los sénior les posiciona como mentores o referentes internos en el uso estratégico de la inteligencia artificial, y esto les abre nuevas oportunidades profesionales y de liderazgo en las organizaciones.

Estos sénior pueden ser especialmente exitosos en el final de su carrera gracias a la inteligencia artificial en sectores como la tecnología y la consultoría, en proyectos de transformación digital, consultoría estratégica, ingeniería de IA, o gestión de datos; en salud, optimizando procesos, análisis de datos clínicos o supervisando sistemas de IA para atención y diagnóstico; en educación y formación, diseñando programas de capacitación de IA o formando equipos intergeneracionales; en recursos humanos, implementando sistemas de IA para selección; y en industria, dirigiendo operaciones o integrando la IA en procesos productivos.

Evidencias del rendimiento sénior

Los profesionales sénior destacan por su capacidad para contextualizar problemas complejos y formular preguntas precisas, algo esencial para obtener el máximo valor de la inteligencia artificial. Según Generación Savia, el bagaje y la visión estratégica de los mayores de 50 años les permite liderar proyectos, mentorizar equipos y aportar soluciones innovadoras, transformando la experiencia en un activo clave en la economía digital.

Entre los perfiles más adecuados para sénior en esta nueva era de la IA se puede citar a los consultores tecnológicos y de transformación digital, que aprovechan su experiencia para asesorar empresas en la integración de IA y lideran equipos multidisciplinares: los mentores y formadores en IA, que transmiten conocimientos y buenas prácticas a generaciones más jóvenes y diseñan programas de formación adaptados; los especialistas en gestión de datos y análisis avanzado, cuyo conocimiento sectorial les permite interpretar resultados de IA y tomar decisiones estratégicas; los líderes de proyectos y gestores de cambio, que dirigen la implementación de soluciones de IA y optimizan procesos; los profesionales de salud digital y telemedicina; e incluso los emprendedores sénior, que desarrollan negocios propios en sectores emergentes, aprovechando la IA para diferenciarse y escalar sus proyectos.

El European Centre for the Development of Vocational Training (Cedefop), asegura que los profesionales mayores de 50 años con formación en inteligencia artificial logran hasta un 34% más de productividad que colegas jóvenes en roles estratégicos. Su capacidad para filtrar información irrelevante y priorizar tareas críticas multiplica el ROI de las herramientas de IA.

Investigaciones de McKinsey muestran que los equipos liderados por sénior en proyectos de IA tienen un 73% más de éxito en su implementación gracias a su habilidad para anticipar riesgos 0 y equilibrar innovación con pragmatismo.

Los profesionales mayores en roles de supervisión de IA disminuyen errores operativos en un 22%. Su experiencia mitiga el "efecto caja negra" de los algoritmos.

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martes, 3 de junio de 2025

Por qué otras personas pueden agotarte

Explorando el agotamiento emocional y cómo recargarte, incluso en el ámbito profesional.

¿Alguna vez has salido de una reunión, una conversación o incluso de una charla amistosa sintiéndote inexplicablemente con las energías agotadas? Es tentador atribuirlo por ser una persona introvertida o simplemente a tener demasiadas cosas que hacer. Pero el agotamiento emocional no siempre proviene de socializar o trabajar en exceso; a menudo surge de cómo nos relacionamos con las demás personas y de las sutiles dinámicas que se dan durante esas interacciones.

Este cansancio no se limita a extrovertidos o introvertidos, mariposas sociales o personas reservadas. Muchos de nosotros —especialmente quienes estamos muy sintonizados con las emociones ajenas, somos muy conscientes o caemos en patrones de complacer a los demás— nos encontramos exhaustos tras un día de conversaciones, no por lo que hicimos, sino por quién tuvimos que ser mientras lo hacíamos.

A continuación, algunas razones ocultas por las que las interacciones, tanto personales como profesionales, pueden dejarnos agotados, y qué podemos hacer para recuperar la vitalidad y la calma.

1. Actuar en lugar de relacionarse.

En muchos entornos profesionales o sociales, cambiamos sutilmente al “modo actuación”. Intentamos ser competentes, agradables, presentables e impresionantes. Escuchamos y asentimos en el momento adecuado, controlamos nuestras frustraciones y calibramos cómo nos perciben los demás, especialmente en ambientes jerárquicos o de alta presión. Aunque esto parezca inofensivo o incluso necesario, tiene un coste. Este esfuerzo mental, conocido en psicología como gestión de la impresión, requiere una gran cantidad de energía cognitiva y emocional. Según investigaciones, el monitoreo constante de cómo nos presentamos ante otros se asocia con estrés, pérdida de autenticidad y agotamiento emocional a largo plazo (Bolino et al., 2008). Es especialmente agotador cuando sentimos que no podemos bajar la guardia o ser nosotros mismos. Así que, aunque la conversación parezca casual en la superficie, nuestro mundo interior puede estar trabajando a toda máquina.

2. El aburrimiento no es inofensivo: el costo del compromiso pasivo.

Curiosamente, no solo el sobrecompromiso nos agota. A veces estamos exhaustos porque estamos poco comprometidos. Esto puede ocurrir en reuniones largas, conversaciones repetitivas o interacciones que carecen de conexión genuina. Podemos asentir, hacer charla trivial o escuchar una vez más las actualizaciones del equipo, pero internamente sentirnos planos, inquietos o desconectados. Esta forma de “fatiga pasiva” ha sido estudiada en entornos monótonos, donde la falta de estímulo disminuye la alerta y aumenta el cansancio (Pattyn et al., 2008). Nuestro cerebro necesita cierto nivel de estímulo y sentido. Cuando no lo encuentra, comienza a desconectarse, no solo mentalmente, sino también fisiológicamente. No tienes que ser antisocial para aburrirte con las personas. Basta con que la interacción se sienta sin vida, repetitiva o en desacuerdo con tus valores.

3. Absorber emociones sin reciprocidad.

Luego están esos momentos en los que no estamos actuando ni aburridos... estamos cargados. Puedes estar hablando con alguien que te habla, pero no contigo. O con alguien que comparte sus problemas una y otra vez, sin buscar nunca un cambio. O alguien que nunca se detiene a preguntarte cómo estás tú.

Estas dinámicas son más comunes de lo que admitimos. Cuando participamos repetidamente en relaciones donde somos la esponja emocional —escuchando, arreglando, suavizando— acabamos agotados. El concepto psicológico de co-rumiación describe un patrón en el que se discuten problemas repetidamente sin llegar a una solución, lo cual incrementa el estrés y la fatiga (Rose, 2002). Y el trabajo emocional más amplio de sostener emocionalmente a otros, sin recibir nada a cambio, puede ser profundamente agotador.

Esto no significa que la otra persona sea “mala”. Pero sí vale la pena observar cuándo tus relaciones son unilaterales o crónicamente drenantes.

Recargar a través de la resonancia: lo que ayuda

A menudo pensamos en la recuperación como retiro: tiempo a solas, una noche tranquila, una caminata solitaria. Aunque la soledad puede ser poderosa, muchos también necesitamos nutrición relacional: ser vistos, escuchados y comprendidos de forma segura y sin esfuerzo. No se trata de evitar a las personas, sino de cambiar el tipo de interacciones que priorizamos.

Pasos para reponer la energía relacional

Nota cuándo estás actuando. ¿Estás intentando hacerlo “bien” en las conversaciones? ¿Estás gestionando cómo los demás te perciben? Empieza a notar cuándo tu cuerpo se tensa, tu voz cambia o ensayas mentalmente lo que dirás para encajar. Regresa con suavidad a lo que se siente auténtico. Permítete ser y fluir.

Busca resonancia, no solo presencia. Prioriza las interacciones que se sienten mutuas, curiosas y conectadas. Las reconocerás porque el tiempo se suaviza y tu guardia baja. A veces es una persona. A veces es una forma distinta de estar con alguien.

Reduce la sobrecarga emocional. Si a menudo te encuentras siendo el oyente, el solucionador o el contenedor de las emociones de otros, haz una pausa. Está bien dejar que el silencio permanezca. Está bien cambiar de tema. Tienes derecho a no sostenerlo todo.

Haz espacio para la recuperación. No se trata de ser antisocial. Se trata de integrar. Ya sea cinco minutos a solas después de una reunión, una caminata sin teléfono o una noche tranquila con alguien que no necesita que seas nada, la recuperación se encuentra en el espacio, no en la huida.

El agotamiento emocional no solo proviene de grandes dramas o personas “tóxicas”. A menudo, proviene de los pequeños y diarios desencuentros, de quiénes debemos ser para encajar, mantener la paz o agradar.

La buena noticia es que no necesitas rehacer tu vida para sentirte mejor. Pequeños actos de conciencia, establecimiento de límites y conexión significativa pueden marcar una gran diferencia. Cuanto más aprendas a reconocer qué te drena y qué te recarga, más tus relaciones se convertirán en fuentes de nutrición, no de agotamiento.

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domingo, 18 de mayo de 2025

«Una población que no puede prestar atención no puede ser a largo plazo una democracia» David Harriman

Vivimos en un mundo de distracciones. La velocidad excesiva, el estrés, las tecnologías intrusivas, el agotamiento, entre otros factores, han desatado una crisis atencional que se expande alrededor del mundo. Pero, como afirma el reconocido divulgador Johann Hari en su libro ‘El valor de la atención’ (Península, 2023), la buena noticia es que podemos darle la vuelta a esta situación.

El subtítulo del libro en inglés es evocador: «Why you can’t pay attention». En español decimos «prestar atención», pero en inglés se paga por ella, la atención cuesta algo. ¿Por qué es tan importante tener cuidado con las cosas en las que invertimos nuestra atención?

No lo sabía, qué interesante. Le diría a quien lee que piense en cualquier cosa que haya hecho de la que esté orgulloso, iniciar un negocio, ser un buen padre, aprender a tocar la guitarra, sea lo que sea, eso de lo que estás orgulloso requiere concentración y atención sostenidas. La atención sostenida está en el centro de todos los logros humanos: deportivos, musicales, la consecución de amistades. Prestar atención es nuestro superpoder como especie, y cuando tu capacidad de prestar atención disminuye, tu capacidad para lograr tus objetivos, para resolver problemas, se ve disminuida. Te sientes peor contigo mismo porque eres menos competente. Recuperar tu atención es como recuperar tu superpoder. Vivimos en una gran crisis de atención. El oficinista medio se concentra actualmente en una sola tarea menos de tres minutos. Por cada niño que fue identificado con problemas graves de atención cuando yo tenía siete años, ahora se identifican 100. James Williams me dijo: «Imagina que estás conduciendo y alguien tira barro sobre el parabrisas. No importa lo que tengas que hacer en tu destino, lo primero que tienes que hacer es quitar el barro porque así no vas a llegar a ninguna parte». La crisis de la atención es así: hay problemas mayores en el mundo, pero si no afrontamos la crisis de atención, nos va a costar mucho afrontar cualquier cosa.

Como en la analogía entre la obesidad y la distracción, nos hacen creer que es nuestra culpa. Pero no se trata solamente de una cuestión de autodisciplina o autocontrol: es un problema sistémico. Habla de doce factores que están perjudicando nuestra atención, y todos ellos están vinculados a algo que no podemos resolver solo a nivel individual.

Yo pensaba que era culpa mía cuando durante años sentí que mi atención estaba empeorando. Cada año sentía que mi capacidad para hacer cosas que requieren una concentración profunda y que son tan importantes para mí, como leer libros, tener conversaciones largas, ver películas, se estaban volviendo cada vez más difíciles, y podía ver que le estaba sucediendo a la mayoría de las personas que me rodeaban. Pero pensaba: algo anda mal en mí, me falta fuerza de voluntad, ¿por qué no puedo resistir estas tentaciones? Para el libro realicé un gran viaje por el mundo y entrevisté a más de 200 de los principales expertos y lo que aprendí es que hay evidencia científica de doce factores que pueden empeorar la atención. Y muchos han aumentado enormemente en los últimos años. Ciertamente tenemos agencia individual, hay cosas que podemos hacer como individuos para mejorar nuestra situación. Pero tu atención no colapsó, fuerzas grandes y poderosas te la han robado. Y podemos actuar en dos niveles: como defensa y como ataque. Hay cosas que todos podemos hacer como individuos para proteger y defender nuestra atención y la de los niños, pero también tenemos que atacar a las fuerzas que nos están haciendo esto.

«Prestar atención es nuestro superpoder como especie»

Gran parte de la crisis de atención tiene que ver con el «capitalismo de la vigilancia»: hay una maquinaria gigantesca trabajando específicamente para que nos quedemos enganchados a las pantallas. ¿Cómo podríamos luchar contra, como dice Tristan Harris, ese «constante goteo de cocaína conductual»?

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Una de las cosas que más me llamó la atención en Silicon Valley fue lo increíblemente culpables y avergonzados que se sienten los creadores de estas tecnologías por lo que han hecho. Un día James Williams habló en una conferencia de tecnología donde la audiencia eran literalmente las personas que diseñaron las cosas que usamos hoy y que sus hijos usarán mañana, y les dijo: «¿Hay alguien aquí que quiera vivir en el mundo que estamos creando? Por favor levante la mano». Nadie la levantó. Al principio yo pensaba que el problema era la invención del teléfono inteligente, lo que me dejó con una sensación de desesperanza porque no vamos a desinventarlo, ¿verdad? Ni deberíamos. No vamos a unirnos a los amish. Entrevistando gente en Silicon Valley empecé a darme cuenta de que el problema tecnológico es, en cierto punto, más limitado: el problema no es la existencia de la tecnología, es el diseño actual de las apps.

¿Por qué?

Si estás leyendo ahora y abres TikTok, Facebook, Twitter, Instagram o cualquier red social, esas empresas inmediatamente comienzan a ganar dinero contigo de dos maneras: la primera es que ves publicidad; la segunda forma es mucho más importante: todo lo que haces es escaneado y ordenado por sus algoritmos para descubrir quién eres y qué te motiva, qué te enoja, qué te entristece. Si has estado en estas aplicaciones durante algún tiempo, sus algoritmos sabrán decenas de miles de cosas sobre ti, están leyendo tus mensajes privados, saben lo que te gusta y lo que no. Saben muchísimo más sobre ti que tus vecinos. Y están acumulando toda esta información para descubrir qué mostrarte a continuación que te mantenga haciendo scroll. Cuanto más scroll haces, más dinero ganan. Cada vez que cierras la aplicación, ese flujo de ingresos desaparece. Entonces todo está diseñado para: ¿cómo hacer para que las personas utilicen la app con la mayor frecuencia posible y se queden en ella el mayor tiempo posible? Es una maquinaria diseñada para hackear e invadir tu atención. Así como al director de KFC lo único que le importa es con qué frecuencia fuiste a KFC esta semana y qué tamaño tenía el balde de alitas que compraste. Pero podemos tener todas las redes sociales que hay actualmente y que no estén diseñadas para funcionar así. Azar Raskin me dijo: «Hay que prohibir el modelo de negocio actual de las redes sociales».

«La democracia es una forma de atención colectiva sostenida»

¿Qué opciones habría?

Esencialmente, hay tres formas en que se pueden financiar las redes sociales. La primera es la que tenemos ahora, lo que Shoshana Zuboff llama «capitalismo de vigilancia»: parece que obtienes el producto gratis, no pagas nada por adelantado, pero a cambio te vigilan y escanean en secreto, hackean tu atención y la venden a los anunciantes; no pagas con dinero, sino con tu atención. Y hay dos modelos alternativos. Uno es la suscripción. Sabemos cómo funciona Netflix: pagas una cierta cantidad a cambio de obtener acceso. Y la clave de ese cambio es que todos los incentivos cambian. En este momento, estas empresas están pensando: ¿cómo puedo hackearla para que siga en esta app el mayor tiempo posible? No eres el cliente. El cliente es el anunciante. Eres el producto. Pero con la suscripción de repente ya no dicen: ¿cómo la hackeamos e invadimos?, sino: es nuestra clienta, ¿qué quiere ella? Resulta que se siente bien cuando se encuentra con personas y las mira a la cara, diseñemos nuestra aplicación para maximizar su encuentro con la gente. Tristan y sus amigos podrían hacerlo mañana. Pero los incentivos tienen que estar ahí. El tercer modelo posible, que probablemente sería mi preferido, aunque hay que tener cuidado, es pensar en el alcantarillado público. Antes había caca en las calles, la gente contrajo cólera, era horrible. Así que todos pagamos juntos para construir y mantener las alcantarillas. Quizá querríamos ser dueños de las tuberías de información porque estamos recibiendo el equivalente al cólera por nuestra atención. Cualquier modelo que elijamos, la clave es entender que se volverán cada vez mejores en hackear e invadir nuestra atención. Hay que romper ese eslabón de la cadena. Una vez que rompes esa conexión, se abren todo tipo de posibilidades. Pero si no se rompe ese vínculo, estas empresas extremadamente sofisticadas e inteligentes mejorarán cada vez más. Piensa en cuánto más adictivo es TikTok que Facebook en este momento. Imagina la próxima iteración de TikTok usando IA supergenerativa.

Un argumento que aparece comúnmente cuando alguien critica las redes sociales es la tecnofobia. 

La forma en que las big tech quieren enmarcar este debate es: ¿eres pro-tecnología o anti-tecnología? Y si ese es el debate, simplemente piensas: bueno, no voy a renunciar a mi teléfono y unirme a los amish. Ese no es el debate. Todos somos pro-tecnología, mejora enormemente muchos aspectos de nuestras vidas. El debate es: ¿qué tecnología se diseñó y con qué fines? ¿Trabaja en interés de quién? Quiero tecnología que funcione a nuestro favor para mejorar nuestras vidas, no tecnología que funcione en nuestra contra para enriquecer aún más a Mark Zuckerberg y Elon Musk.

«No es coincidencia que estemos teniendo la mayor crisis de la democracia desde 1930 al mismo tiempo que esta crisis de atención individual»

Con respecto a la radicalización en las redes sociales, se estaría poniendo en peligro algo más importante a nivel político: ¿cuál es el precio que paga la democracia en la crisis atencional?

En los años 80 usábamos lacas para el cabello que contenían una sustancia química llamada CFC que destruía la capa de ozono. Los científicos descubrieron el problema, el público absorbió la ciencia y presionó a sus líderes para que actuaran para abordarlo. Como resultado, la capa de ozono está casi curada. Ahora nos polarizaríamos. Debido a la dinámica de las redes sociales, algunas personas absorberían la ciencia y defenderían lo correcto. Otras dirían «¿cómo sabemos siquiera que existe la capa de ozono?». Estaríamos inundados de desinformación y locura. La democracia es una forma de atención colectiva sostenida. Y no es coincidencia que estemos teniendo la mayor crisis de la democracia en el mundo desde 1930 al mismo tiempo que tenemos esta crisis de atención individual. Una población que no puede prestar atención y pensar profundamente no puede ser, a largo plazo, una democracia.

Es muy peligroso.

No tiene por qué suceder. Cuando los países se enfrentan a estas empresas y exigen un cambio, lo obtienen. En Australia, Scott Morrison le dijo a Facebook: «Tienes que dar parte de tu dinero, de tus ingresos publicitarios, a los medios australianos porque son una parte esencial de una democracia». Facebook se volvió loco, amenazó con aislar a Australia. Pero Morrison mantuvo los nervios y Facebook cedió. Porque somos mucho más poderosos que ellos. Si queremos, podemos regular estas empresas. James Williams siempre me decía: «Los seres humanos tuvieron el hacha durante millones de años antes de que alguien dijera “muchachos, ¿deberíamos ponerle un mango?”. Internet existe desde hace menos de 10.000 días». Podemos ocuparnos de estas cosas si queremos, pero ellos no lo harán por nosotros. Tenemos que obligarlos.

Según Gallup, los empleados desmotivados le cuestan al mundo 8 billones de dólares en pérdida de productividad. ¿Por qué hay tan pocas empresas implementando la semana laboral de cuatro días si los estudios demuestran que las personas son más productivas y felices?

Tenemos, y me incluyo, un concepto profundamente disfuncional de lo que es la productividad. Pensamos que el trabajador productivo es aquel que contestará tu correo electrónico inmediatamente, que será la primera persona en llegar a la oficina y la última en salir, quien absorberá la máxima cantidad de estrés y seguirá sin quejarse. Pero, el neurocientífico Earl Miller dice: «Solo puedes pensar conscientemente en una o dos cosas a la vez, eso es todo». Es una limitación fundamental del cerebro humano. Pero hemos caído en una especie de engaño masivo. El adolescente promedio cree que puede seguir seis o siete plataformas al mismo tiempo. Pero lo que haces es malabarismos entre tareas y eso tiene el efecto del coste de cambio: cometes más errores, recuerdas menos, eres mucho menos creativo. Si te interrumpe algo tan simple como un mensaje de texto, te toma, en promedio, 23 minutos recuperar el nivel de concentración que tenías antes de la interrupción. Pero la mayoría de nosotros nunca tenemos 23 minutos sin ser interrumpidos, por lo que operamos constantemente al nivel más bajo de capacidad. Según Miller, vivimos en una tormenta perfecta de degradación cognitiva. Tu jefe te envía un correo electrónico y dice «bueno, solo le tomará 10 segundos leer mi correo electrónico y responder». No, te llevará 10 segundos más los 23 minutos necesarios para recuperar la concentración. Y si no duermes lo suficiente, te costará mucho prestar atención al día siguiente. De hecho, dormir seis horas por noche te deja con la atención equivalente a estar legalmente borracho. Y a nadie le gustaría que su personal fuera a trabajar borracho. El estrés crónico, sostenido y endémico destruye la atención.

«El problema no es la tecnología, sino el diseño de las apps»

En el mito de la multitarea, ante el tsunami de emails y la saturación laboral, ¿esto podría conducir también a una crisis de creatividad?

Sí, la creatividad proviene 100% del pensamiento y la reflexión profundos. ¿Y qué hemos exprimido de nuestras vidas? Exactamente eso. El CEO promedio de las Fortune 500 tiene 28 minutos al día para pensar. Esto es particularmente importante a la luz del desafío que plantea la IA generativa porque ¿qué podemos hacer nosotros que las máquinas no puedan? Conectar con otros seres humanos y ser creativos, pero la conexión y la creatividad requieren tiempo ininterrumpido y pensamiento profundo. Por eso vale la pena pensar en el derecho a la desconexión.

Estamos ante una crisis de pérdidas: la pérdida de la concentración, de la divagación mental, del sueño, del tiempo libre, del juego. Pero usted no es pesimista. ¿Cómo podemos unirnos a esa «rebelión de la atención» de la que habla en el libro?

Hay varias razones por las que no soy pesimista. Una es que soy gay y he visto al mundo transformarse totalmente a lo largo de mi vida. No digo que todavía no haya desafíos, pero la diferencia entre cómo era el mundo para los homosexuales cuando yo tenía 16 años y cómo es ahora es asombrosa, y los homosexuales eran una pequeña minoría, del 3 al 5% de la población. La crisis de la atención afecta literalmente a todo el mundo. No conozco a ningún padre que no esté preocupado por la atención de sus hijos. Y pienso en mis abuelas: cuando tenían mi edad, no se les permitía tener una cuenta bancaria y era legal que sus maridos las violaran. A mi abuela suiza ni siquiera le permitieron votar. Y esto no fue hace un millón de años. Nunca llegaron a ser las personas que podrían haber sido. Pensaban: «Esto apesta, es terrible, pero así es como funciona el mundo». Pero hubo una generación de mujeres que dijo que no tenía por qué ser así. Y ahora la vida de mi sobrina es muy diferente a la vida de mi abuela. Esa transformación ocurrió en un par de generaciones porque suficientes personas lucharon por ella. Pero creo que dónde estamos con la atención es un poco como donde estaban mis abuelas con el sexismo: odiamos lo que nos está pasando, pero creemos que así es el mundo. Se trata de explicarle a la gente que esto no es inevitable. Como sociedad podemos tomar diferentes decisiones, pero requiere un cambio en la psicología. Necesitamos dejar de culparnos a nosotros mismos y a nuestros hijos y darnos cuenta de lo urgente que es esto, porque en este momento estamos en una carrera. En un lado, están los doce factores que están socavando nuestra atención y que se volverán más poderosos y adictivos en los próximos 40 años. Del otro lado tiene que haber un movimiento en el que todos digamos: «No, no puedes hacerle eso a mi cerebro, no puedes hacerles esto a mis hijos». Por supuesto, elegimos una vida con tecnología, pero también elegimos una vida en la que podemos pensar profundamente, leer libros, donde nuestros hijos pueden jugar al aire libre. Si queremos eso, podemos conseguirlo.

Uno de los aspectos más preocupantes es la relación que acaba teniendo la crisis de la atención con la crisis climática: una sociedad distraída y «hackeada» no podrá enfrentar el mayor desafío de nuestros tiempos. ¿Cómo hablar entonces de neuroderechos y neuroética?

Creo que es un muy buen punto. Somos ciudadanos libres en democracias a veces conquistadas con mucho esfuerzo. Somos dueños de nuestras mentes y juntos podemos recuperarlas si queremos. Porque si te roban la concentración, como está sucediendo ahora, aspectos de tu ser, de tu identidad y de tu vida están siendo robados. Cuando vemos a un niño que no puede concentrarse, sabemos que ese niño tendrá dificultades para ser todo lo que podría ser. Eres la suma total de cómo pasas tus minutos y horas. ¿Cuál es la cifra promedio ahora? La persona promedio toca su teléfono 2.687 veces al día. Y esa es la cifra antes del covid-19. Es deprimente. No deberíamos aceptar esto. Nunca tuvo que suceder. No tiene por qué continuar. Podemos darle la vuelta. Pero para hacerlo tenemos que entender lo que nos está sucediendo en un nivel profundo. Comprender los factores que están dañando nuestra atención y abordarlos uno por uno. Hemos hablado sobre los grandes cambios colectivos, pero también debemos defendernos como individuos. A nosotros mismos y a nuestros hijos. Enfrentarnos a las fuerzas que nos están haciendo esto. Tenemos que hacer ambas cosas, no es lo uno o lo otro. No somos impotentes, tenemos que aprovechar nuestro poder en ambos niveles. Y cuando lo hacemos podemos recuperar nuestra atención.

Fuente.

miércoles, 14 de mayo de 2025

La diferencia entre significado y propósito

Por qué necesitas tanto significado como propósito para la verdadera felicidad.

Hace más de 2.500 años, Aristóteles dijo: “La felicidad es el sentido y el propósito de la vida, el objetivo y el fin de la existencia humana”.

Creo que Aristóteles lo tenía claro. La felicidad se compone de dos ingredientes: significado y propósito. El problema, sin embargo, es que la mayoría de la gente los confunde y piensa que son lo mismo. Pero no lo son. Son muy diferentes. Por eso, en esta publicación, voy a explicar la diferencia entre significado y propósito y por qué es importante comprender ambos.

¿Qué es el significado?

Empecemos por el significado. El significado se trata de nuestra percepción del pasado, específicamente, de las historias que nos contamos sobre él. Es cómo le damos sentido a lo que ya ha sucedido en nuestras vidas. Es nuestra comprensión cognitiva de todo lo que nos ha moldeado hoy.

Las personas felices tienden a contarse historias heroicas. Recuerdan sus luchas, traumas y problemas y se ven superados.

Por eso, se sienten "suficientes" en el presente. No tienen que demostrar su valía porque ya comprenden que han superado los desafíos y son capaces de afrontar lo que venga. Así, mantienen esa confianza. Saben que, cuando surjan obstáculos en el futuro, podrán superarlos igual que antes.

Las personas infelices, por otro lado, tienden a contarse una historia de víctima sobre el pasado. Recuerdan sus desafíos y se sienten frustradas, abandonadas o descuidadas. Su narrativa sigue siendo la de no sentirse "suficientes": no lo suficientemente buenas, inteligentes o capaces. Y como no se sienten suficientes ahora, no creen que lo serán en el futuro.

La diferencia clave aquí es que el significado se relaciona con nuestro camino hacia la suficiencia. Las personas felices creen haber sido suficientes en el pasado, por lo que se sienten suficientes en el presente y el futuro. Las personas infelices sienten que nunca fueron suficientes y, como resultado, continúan luchando con sentimientos de incompetencia.

¿Qué es el propósito?

Ahora hablemos del propósito. El propósito no se trata del pasado. No se trata de cómo percibimos nuestras historias ni de lo que ya hemos vivido. El propósito se trata del presente y el futuro. Se trata de acción. Se trata de lo que hacemos con el tiempo que tenemos y cómo elegimos dirigir nuestra energía y esfuerzos.

El propósito es lo que nos ilumina. Es la sensación de hacer algo significativo en el momento, una sensación de estar alineados con nuestras pasiones, valores y objetivos . No es una meta lejana que nos fijamos y perseguimos sin descanso; es una forma de estar presentes cada día con intención y alegría, sin importar el resultado.

Lo crucial es comprender que el significado y el propósito son dos caras de la misma moneda, pero no son intercambiables. Si el significado consiste en comprender e integrar el pasado, el propósito consiste en usar el presente para moldear el futuro.

Por qué no puedes lograr lo suficiente con un "propósito"

Aquí es donde muchas personas se estancan: Creen que pueden lograr su propósito. Se dicen: «Cuando logre esta gran meta, cuando tenga éxito, cuando haga X, finalmente sentiré que soy suficiente».

Aquí es donde las cosas salen mal. La gente suele confundir el propósito con el significado y cree que al alcanzar su Gran Propósito (metas grandes y audaces), finalmente llenará ese vacío interior y encontrará la felicidad.

Pero la verdad es esta: no funciona. Incluso cuando logras metas monumentales, como un gran ascenso o reconocimiento en tu campo, puedes sentirte vacío. Ese vacío interior no desaparece por arte de magia al alcanzar un hito externo. De hecho, podrías sentirte aún más incompetente porque la sensación de "suficiencia" nunca surgió de dentro, sino de la validación externa.

Tomemos como ejemplo a Elon Musk. Ha alcanzado un éxito monumental, revolucionando los coches eléctricos, los viajes espaciales y mucho más. Sin embargo, a pesar de sus inmensos logros, Musk ha hablado abiertamente sobre su lucha por la felicidad personal y su sentimiento de agotamiento. Su incansable búsqueda de un propósito (innovando y alcanzando metas ambiciosas) no lo ha llevado necesariamente a la plenitud ni a la paz interior.

Esto sugiere que incluso las personas más exitosas pueden caer en la trampa de pensar que el propósito por sí solo puede traer felicidad. La verdadera plenitud proviene de integrar el significado con el propósito, no solo de perseguir grandes metas.

La solución: construir significado y propósito

Entonces, ¿cuál es la solución a este dilema? ¿Cómo llegamos a un punto en el que nos sentimos suficientes y experimentamos la verdadera felicidad?

Trabaja en tu significado: Si te estás contando una historia de víctima sobre tu pasado, es hora de reescribir esa narrativa. El primer paso para darle sentido a tu vida es reconocer que las historias que nos contamos son poderosas. Si has enfrentado desafíos o traumas, puedes replantearlos. La terapia, en particular la terapia narrativa, puede ser increíblemente útil para ayudarte a examinar y reinterpretar la historia de tu vida. En lugar de verte como una víctima, empieza a verte como una persona que experimentó dificultades, pero las superó. Eres el héroe de tu propia historia.

Cambia a un propósito con "p minúscula": En cuanto al propósito, céntrate menos en las metas grandes y audaces, y más en las pequeñas acciones que te alegran el presente. Si bien el propósito con "p" puede ser emocionante, también es difícil de alcanzar y, a menudo, inalcanzable a corto plazo. En cambio, concéntrate en acciones pequeñas y orientadas al proceso: cosas que te iluminen cada día. Estas pequeñas acciones graduales te ayudan a sentirte pleno en el presente, en lugar de esperar a que algún evento futuro te haga sentir "suficiente".

Al combinar significado y propósito en tu vida, creas una sensación de plenitud. El significado te da la comprensión de que eres suficiente, mientras que el propósito te empodera para actuar y construir un futuro que refleje quién eres realmente. Es este equilibrio el que conduce a la felicidad: una felicidad que no depende de alcanzar una meta única y enorme, sino de sentirte en sintonía con tu pasado y tu presente.

Conclusión

La felicidad no es un destino; es un delicado equilibrio entre comprender quién eres (significado) y vivir auténticamente en el presente (propósito). No cometas el error garrafal de pensar que puedes arrasar en la vida solo con un propósito y alcanzar la felicidad. El significado es la base. El propósito es la acción. Juntos, contribuyen a una vida más plena y plena.

Fuente.

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