El lenguaje paraverbal
La voz en la comunicación no verbal. Qué poco se habla de la voz.
Cada persona se comunica de manera distinta, ya que la voz
está condicionada por su carácter
emocional y sus sensaciones, y por ello, la voz se presentará con un tono o con
otro. Unido a la mirada, las apariencias relacionadas al carácter de la voz son
una de las piezas más demostrativas del temperamento y de la actitud emocional
del individuo.
La voz es tan, tan importante que muy a menudo basta con ella para
atrapar o seducir. El curso pasado un alumno me hablaba de un profesor. No dijo
que era muy bueno dando clases, ni que sabía mucho. Me dijo que tenía una voz
muy bonita. Con eso bastaba.
La voz está
conformada por las costumbres en
nuestros años de vida y revela nuestra identidad, nuestros miedos y nuestras
manías. Pero podemos adiestrar la voz para adaptarla a la percepción que
queremos transmitir. El entrenamiento de la voz supone un trabajo laborioso que
muchas veces no da los resultados que buscamos.
Nuestra voz es
la materia prima de la comunicación oral y puede ser nuestra mejor herramienta
o nuestro peor enemigo, por lo tanto, con ella tenemos que trabajar para que el
impacto de nuestro mensaje sea el que queremos y para ello tendremos que
empezar por conocerla, saber cómo suena y dominarla como cualquier otra
herramienta de trabajo.
En la
interacción diaria con otras personas debemos ser capaces de procurar vigilar
la vocalización de nuestra voz. Cuando queremos exponer algo, solemos desequilibrar el tono elevándolo, pero por el
contrario cuando queremos equilibrarlo también lo hacemos en nuestra
tonalidad.
Sin entrenar la
comunicación oral, cualquier orador, portavoz y por supuesto político, tendrá
serias dificultades para llegar de forma positiva a su público.
En el caso de una
conversación con otra persona y que además está enfadada, no podemos
equipararnos en su tonalidad porque lo que lograríamos sería no calmar la
situación sino el efecto inverso.
Lo que debemos
procurar en este momento es bajar nuestra tonalidad por debajo de la de la otra
persona y usar ademanes lo menos provocadores posibles. De esta manera
bajaremos nuestra tonalidad para ir llevándolo hacia dónde queremos llevarle
para que entre en armonía con nosotros. Si conseguimos esta armonía el
interlocutor asimilará su tono con el nuestro.